Ciudad del Vaticano, 25 dic (Prensa Latina/ACI Prensa).- El papa Francisco impartió hoy desde la Basílica de San Pedro la bendición Urbi et Orbi, en la que lamentó las matanzas de inocentes que los conflictos bélicos provocan en el mundo, y llamó al fin de las guerras.
En su tradicional mensaje de navidad, que como cada 25 de diciembre dirigió en horas del mediodía desde el balcón central de la basílica vaticana a la ciudad de Roma, de la cual es Obispo, y al mundo, como Sumo Pontífice, Francisco hizo su llamado a la paz universal ante miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Se refirió a la actual guerra entre Israel y Palestina, durante la cual murieron ya más de 20 mil personas en la Franja de Gaza, y suplicó “que cesen las operaciones militares, con sus dramáticas consecuencias de víctimas civiles inocentes, y que se remedie la desesperada situación humanitaria permitiendo la llegada de ayuda”.
“Que no se siga alimentando la violencia y el odio, sino que se encuentre una solución a la cuestión palestina, por medio de un diálogo sincero y perseverante entre las partes, sostenido por una fuerte voluntad política y el apoyo de la comunidad internacional”, demandó.
Se refirió también a los conflictos en Ucrania, Yemen, las regiones del Sahel, el Cuerno de África, Sudán, Camerún, la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, entre otros, a la vez que se refirió a las complejas situaciones en el Líbano, Siria y en la península coreana.
“Que llegue el día de la paz definitiva entre Armenia y Azerbaiyán”, expresó, y deseó “que la favorezcan la prosecución de las iniciativas humanitarias, el regreso de los desplazados a sus hogares de manera legal y segura, y el respeto mutuo de las tradiciones religiosas y de los lugares de culto de cada comunidad”.
Calificó a las guerras como “una locura sin excusas”, y aseveró que para acabarlas “es necesario decir no a las armas” pues “¿cómo se puede hablar de paz si la producción, la venta y el comercio de armas aumentan?, a la vez que pidió divulgar «los intereses y los beneficios que mueven los hilos de las guerras”.
En relación con el continente americano, llamó a las autoridades y personas de buena voluntad a hallar soluciones idóneas que lleven a superar las disensiones sociales y políticas, para luchar contra las formas de pobreza que ofenden la dignidad, resolver las desigualdades y afrontar el doloroso fenómeno de las migraciones.
El Pontífice imploró además que “seamos voz de los que no tienen voz” de los inocentes, muertos por falta de agua y de pan, de los que no logran encontrar trabajo o lo han perdido, así como de los que se ven obligados a huir de su patria en busca de un futuro mejor, arriesgando la vida en viajes extenuantes, a merced de traficantes sin escrúpulos.
En la parte final del Urbi et Orbi recordó que desde el 24 de diciembre del próximo año, hasta igual fecha de 2025, se celebrará el jubileo católico y este periodo de preparación, antes del mismo, debe ser “ocasión para convertir el corazón, para decir no a la guerra y sí a la paz”.
Mensaje completo de Navidad 2023
En la mañana de la Solemnidad de la Navidad, este lunes 25 de diciembre, el Papa Francisco impartió la tradicional bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad e Roma y al mundo) y pronunció su mensaje desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, en el que pidió especialmente por el fin de las guerras en todo el mundo.
A continuación, el mensaje completo del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Navidad!
La mirada y el corazón de los cristianos de todo el mundo se dirigen hacia Belén. Allí, donde en estos días reinan dolor y silencio, resonó el anuncio esperado durante siglos: “Les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2,11). Estas fueron las palabras del ángel en el cielo de Belén y hoy se dirigen también a nosotros. Nos llena de confianza y esperanza saber que el Señor nació por nosotros; que la Palabra eterna del Padre, el Dios infinito, puso su morada entre nosotros; que se hizo carne, vino “y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). ¡Esta es la noticia que cambia el curso de la historia!
El anuncio de Belén es “una gran alegría” (Lc 2,10). ¿Qué alegría? No es la felicidad pasajera del mundo, ni la alegría de la diversión, sino una “gran” alegría, porque nos hace “grandes”. Hoy, en efecto, nosotros seres humanos, con nuestros límites, abrazamos la certeza de una esperanza inaudita, la de haber nacido para el cielo. Sí, Jesús nuestro hermano vino a hacer que su Padre sea nuestro Padre. Siendo un Niño frágil, nos revela la ternura de Dios; y mucho más: Él, el Unigénito del Padre, nos da el “poder de llegar a ser hijos de Dios” (Jn 1,12). Esta es la alegría que consuela el corazón, que renueva la esperanza y da la paz; es la alegría del Espíritu Santo, la alegría de ser hijos amados.
Hermanos y hermanas, en medio de las tinieblas de la tierra, hoy en Belén se ha encendido una llama inextinguible; hoy, en medio de la oscuridad del mundo, hoy prevalece la luz de Dios, que “ilumina a todo hombre” (Jn 1,9). Hermanos, hermanas, ¡Alegrémonos por esta gracia! Alégrate tú, que has perdido la confianza y las certezas, porque no estás solo, no estás sola: ¡Cristo ha nacido por ti! Alégrate tú, que has abandonado la esperanza, porque Dios te tiende su mano; no te señala con el dedo, sino que te ofrece su manita de Niño para liberarte de tus miedos, para aliviarte de tus fatigas y mostrarte que a sus ojos eres valioso como ningún otro.
Alégrate tú, que en el corazón no encuentras la paz, porque por ti se ha cumplido la antigua profecía de Isaías: “Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado […] y se le da por nombre: […] Príncipe de la paz” (9,5). Con Él, en la escritura, se ve su paz y su Reino no tendrán fin.
En la Escritura, al Príncipe de la paz se le opone “el Príncipe de este mundo” (Jn 12,31) que, sembrando muerte, actúa en contra del Señor, “que ama la vida” (Sb 11,26). Lo vemos obrar en Belén cuando, después del nacimiento del Salvador, sucede la matanza de los inocentes. Cuántas matanzas de inocentes en el mundo: en el vientre materno, en las rutas de los desesperados que buscan esperanza, en las vidas de tantos niños cuya infancia está devastada por la guerra. Son los pequeños Jesús de hoy. Estos niños de cuya infancia es distribuida por las guerras.
Entonces, decir “sí” al Príncipe de la paz significa decir “no” a la guerra, y esto con valentía, a toda guerra, a la misma lógica de la guerra, un viaje sin meta, una derrota sin vencedores, una locura sin excusas. Pero para decir “no” a la guerra es necesario decir “no” a las armas. Porque si el hombre, cuyo corazón es inestable y está herido, encuentra instrumentos de muerte entre sus manos, antes o después los usará. ¿Y cómo se puede hablar de paz si la producción, la venta y el comercio de armas aumentan? Hoy, como en el tiempo de Herodes, las intrigas del mal, que se oponen a la luz divina, se mueven a la sombra de la hipocresía y del ocultamiento. ¡Cuántas masacres debidas a las armas ocurren en un silencio ensordecedor, a escondidas de todos! La gente, que no quiere armas sino pan, que le cuesta seguir adelante y pide paz, ignora cuántos fondos públicos se destinan a los armamentos. ¡Y, sin embargo, deberían saberlo! Que se hable sobre esto, que se escriba sobre esto, para que se conozcan los intereses y los beneficios que mueven los hilos de las guerras.